Mathilde Wesendonck fue una de las tres mujeres más importantes de la vida de Richard Wagner, junto a Minna y Cosima, pero la única con la que Wagner no se casaría. Su idilio con el compositor serviría a este de inspiración para la composición de Tristán e Isolda en la década de los cincuenta del siglo XIX. Como ambos estaban casados, la relación no fue a mayores y, una vez descubierta, ambos matrimonios decidieron mantener la distancia. Años después los antiguos amantes volverían a coincidir en el Festival de Bayreuth, pero, según testimonio de ella, el músico casi no la reconoció. En 1902, año de su muerte, Wesendonck rememoraba este encuentro y se consolaba pensando: “Sin embargo, yo soy Isolda”.
Este es el boletín número 164 de la Guía del Festival de Bayreuth enviado el 6 de marzo de 2020. Si no quieres perderte ninguno, no lo dudes y suscríbete ya.